Amaneció y la pobreza seguía ahí

Amaneció y la pobreza seguía ahí

Por Jenny Torres, investigadora social

 “Los gobiernos eligen definiciones estadísticas que les permiten manipular el número de pobres ante la opinión pública, para demostrar que durante su mandato el número de pobres disminuyó. Esa reducción numérica es un artificio” Serge Paugam

Creo firmemente que el camino a seguir para transformar la forma en cómo se gestionan las políticas públicas orientadas a trabajar contra la pobreza, tiene que partir de un proceso abierto de discusión, que esté centrado en lo conceptual primero. El objetivo siempre ha sido cómo medir, pero nunca nos hemos interesado en definir como sociedad el fenómeno.

Comprendo, en ese sentido, que el interés de la revisión realizada por el Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo (MEPyD) giró en torno a una “mejor” medición (cosa que, desde mi perspectiva, tampoco se logra), pero nunca constituyó un esfuerzo por indagar como país quienes son las personas pobres y por qué.  Nunca se trató de hablar sobre pobreza sino sobre medición. Esta sigue siendo una tarea pendiente que el MEPyD debe impulsar con diferentes mecanismos que nos lleven hacia el logro de un aporte epistemológico con vocación de transformar la política.

¿Pereza epistemológica?

En República Dominicana existe en muchas áreas una suerte de “pereza epistemológica” que nos ha llevado a tomar la conceptualización de ciertos fenómenos en el empaque importado desde otras latitudes. En nombre de la estandarización y la comparación, se ha sustituido el esfuerzo local de construir nuestros significados, por un aplauso de pie, complaciente y ovacionado, de los constructos genéricos que nos «salva» de pensar en clave Caribe, isla y país.

Y el ejercicio que tomó dos o tres años para brindar a la sociedad una “nueva” metodología de pobreza, no es la excepción. El proceso del presente (2023) no difiere en casi nada del pasado (2012) en donde se abrió una “consulta” para decirnos “vengan y opinen” acerca de lo que nosotros ya hemos decidido.

Pero ¿a qué me refiero? En ambos procesos se realizó una invitación para opinar sobre una decisión ya consumada en el marco de un conjunto de expertos nacionales e internacionales que ya habían nombrado a la pobreza de manera que pudiera ser medida bajo el indicador “línea de pobreza”. Es decir, se eligió la medición antes que la definición conceptual del constructo objeto de análisis. Extraña forma de conocer, ¿verdad? Es a eso a lo que llamo “pereza epistemológica”.

Los cambios introducidos en esta medición dejan el estado del arte en el mismo punto: una visión unidimensional, desencarnada del contexto y al margen de lo que ocurre en el mundo del trabajo. Medimos como si no tuviéramos ciclones, como si el cambio climático no existiera, como si en cada encuesta se borrara la historia.

 ¿Qué es lo nuevo?

Me imagino que ustedes se preguntan, ¿sobre qué versó la reflexión?, ¿cuál era la consulta?, ¿cuál es la novedad de la medición actual? Fácil, la reflexión giró en torno a lo ya escrito y presentado por el comité interinstitucional (montado sobre línea de pobreza), la consulta sobre las nuevas decisiones de incluir ingresos no contemplados en la propuesta anterior y las novedades de la medición fueron principalmente tres: 1) a diferencia de la medición anterior, ahora cuentan los alimentos que les dan a los estudiantes en la escuela como ingreso de las familias; 2) fueron actualizadas las canastas a partir de la ENIGH 2018 y 3) las líneas anteriores se establecían por zona de residencia (rural y urbana) y actualmente por macroregión. Todos aspectos técnicos y políticos que continúan ignorando el fenómeno de la pobreza.

  • Los cambios en el ingreso

La construcción del ingreso de los hogares para evaluar si están o no por debajo de la línea de pobreza extrema o moderada, se realiza tomando en cuenta las diferentes entradas que reciben los hogares, ya sea en efectivo o en especie. El esquema 1 muestra los componentes que son tomados en cuenta en dicho proceso. Se suman todas las entradas de todos los miembros del hogar, se divide ese monto total entre la cantidad de miembros, lo cual arroja el ingreso per cápita.

Esquema 1

Fuente: construcción con base en el boletín pobreza monetaria año 8 no.10, MEPYD.

Si ese ingreso per cápita es menor que la línea de pobreza extrema o moderada de la región en la que reside el hogar, entonces se categoriza como pobre o pobre extremo. En caso contrario, se categoriza como no pobre.

Son parte del ingreso del hogar aspectos como el alquiler imputado, que se refiere a ese monto por el cual la familia declara que alquilaría su vivienda, para el caso de las viviendas propias. Se contabilizan las transferencias que realiza el gobierno desde los programas de asistencia (todos los subsidios provenientes desde Supérate) y como novedad en esta nueva metodología, se incluye como ingreso lo que se recibe como alimentación en las escuelas. Es decir, ahora les cuentan a las familias como ingreso la alimentación que se reparte en las escuelas.

Usemos un ejemplo hipotético para ilustrar el proceso de construcción del ingreso.

En el caso ilustrado imaginemos que se trata de una familia de dos personas (madre e hija). La madre trabaja y recibe un salario de RD$ 6,000. Vive en una casa propia y le ha adjudicado RD$ 1,200 como alquiler imputado. Tiene los subsidios Aliméntate por el que recibe RD$ 1,650. Además, recibe Bono gas y Bono luz por los cuales recibe RD$ 470 y RD $ 500 respectivamente.  Su hija está en la escuela pública y ha cuantificado el alimento que recibe en RD$ 1,500 pesos.

A partir de todas esas entradas, el ingreso total de ese hogar es de RD$ 11,320 y dado que son dos miembros, el ingreso per cápita es de RD$ 5,660.  En el siguiente apartado veremos si esa familia es o no es pobre.

  • La actualización de las canastas

La segunda novedad de la nueva metodología es la actualización de las canastas basándose en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del 2018. Este cambio implica que se actualizó los componentes de la canasta familiar, que no debemos confundir con el costo de la canasta básica que calcula el Banco Central. Básicamente, lo que se hace en la construcción de esta canasta es, a partir de lo que se conoce como “población de referencia”, se identifican los patrones de consumo (es decir, lo que come la gente).

Con base en ese consumo (que sería la canasta básica de alimentos CBA), se procede a realizar el cálculo de la línea de pobreza extrema y a partir de un estándar internacional (coeficiente de Orshansky) se calcula la línea de pobreza moderada (que sería la canasta básica no alimentario CBNA). La CBA y la CBNA se supone que son estándares de calidad de vida.

Según el documento de la nueva metodología: “Esta aplicación del método de carencias críticas permite la selección de una población de referencia que cumple con un estándar de vida aceptable en términos de vivienda, servicios básicos, educación y alimentación”. Se seleccionó, plantea el documento, el primer quintil móvil que tenga un 10% o menos de hogares con dos o más carencias críticas. ¿Es ese un estándar de vida aceptable? Incluso las carencias se plantean en términos minimalistas. Veamos:

Fuente: construcción con base en el boletín pobreza monetaria año 8 no.10, MEPYD.

En el documento de la nueva metodología, se hizo un ejercicio a partir de estándares de consumo de calorías de acuerdo con los promedios de actividad laboral que se supone ejecutan en cada región. Es un ejercicio que no necesariamente establece un nivel de bienestar basado en una correcta nutrición.

  • Las líneas por macrorregión

La tercera novedad que destaco es el establecimiento de líneas de pobreza de acuerdo a la macrorregión en donde reside la persona. En RD se han definido cuatro (4) macrorregiones: Cibao (Santiago, Puerto Plata y Espaillat, La Vega, Monseñor Nouel y Sánchez Ramírez, Duarte, Salcedo, María Trinidad Sánchez y Samaná, Valverde, Santiago Rodríguez, Montecristi y Dajabón), Este (Monte Plata, Hato Mayor, El Seibo, San Pedro de Macorís, La Romana y La Altagracia), Ozama (Distrito Nacional y Santo Domingo) y Sur (San Cristóbal, Peravia, San José de Ocoa, Azua, Barahona, Bahoruco, Pedernales, Independencia, San Juan y Elías Piña).

Las tablas 15 y 17 muestran los montos por encima de los cuales se deja de ser “pobre” o “pobre extremo” (líneas de pobreza) según la macrorregión en donde vivas.

Fuente: boletín pobreza monetaria año 8 no.10, MEPYD.

Y en ese cambio de las líneas por región, como si se tratara de un concurso, el texto del boletín de estadísticas oficiales de pobreza monetaria no. 10 narra: “la macrorregión con mayor pobreza general pasa a ser la macrorregión Ozama, desplazando al Sur, con una tasa de 34.1 % para el año 2022”. ¡Lo logramos! ¡Por fin desplazamos al Sur!

¿Qué significa eso de que cada macrorregión tiene una línea distinta? En el ejemplo anterior, el ingreso per cápita mensual era de RD$ 5,660. Si esa familia reside en Herrera (Santo Domingo Oeste) es pobre. Pero si reside en Haina (San Cristóbal) no lo es. ¡Sigan viendo!

En resumen: una nueva pero vieja metodología carente de contexto y más minimalista

  1. Para superar esta limitación de establecer el indicador antes que el concepto, tenemos que hablar de pobreza. No de medición, no de estándares internacionales, no de líneas, no de IPM o cualquier otro indicador que haya triunfado. Tenemos que abrir una conversación intensa y profunda con un carácter multidisciplinario que impulse la identificación de los factores estructurales que sostienen la producción de pobreza.
  2. Las variables territoriales deben cobrar la importancia de lo que son: marcadores de contexto y no ser vistos como una mera demarcación administrativa. El territorio marca, define, produce estigmas, decide incluso entre la vida y la muerte.
  3. Una medición centrada en el hogar sugiere que estos existen en entornos inmutable. Son “protagonistas” de una pobreza que ni se produce ni se confronta de manera individual.
  4. Estamos ya en un nivel que la sociedad nos exige el fin de las decisiones irrisorias de lo que es un estándar de vida. Es un oxímoron decir estándar de vida a partir de carencias críticas. “La vuelta” es definir el bienestar, identificar lo que en nuestro país serían los procesos productores de lo que Paugam llama descalificación social.
  5. ¿Seguiremos contabilizando para medir pobreza los montos que los gobiernos transfieren a las familias por ser pobres? ¿Cuál es la lógica?
  6. El gran “sacaliñe” institucional: contabilizar como ingresos asociados la alimentación escolar.
  7. Es necesario que, en paralelo al avance de la línea de pobreza como indicador, se impulsen investigaciones que reflejen la estructura territorial vigente, el mundo del trabajo, el estado de la satisfacción de los derechos, el impacto de la acumulación sobre la pobreza (o de la desigualdad) más allá de la mirada minimalista de la línea de pobreza.
  8. Se mantienen los retos de siempre:
  • Se necesita una búsqueda de criterios que superen el tema de las kilocalorías. La pobreza no es solo ingesta.
  • La consideración del ingreso de las remesas es un tema que amerita investigaciones complementarias. Las remesas son una salida que no es producto de una política pública, sino, más bien (obviamente refiriéndome a los casos que se pueden considerar como expulsiones económicas) una salida individual de las personas, precisamente por las ausencias estatales. Entonces de alguna manera la consideración de los ingresos de las remesas como parte del ingreso que hace saltar la línea se sustenta sobre un problema social que desde el gobierno ni se ha investigado ni ha intentado subsanar. Urge, pues, el impulso de construcción de conocimientos alrededor de las migraciones y el estado de situación en los países receptores de esa migración. Es posible que estemos “exportando” la pobreza que se reduce de lo local, pero que sigue persistiendo más allá del mar.
  • Es necesario impulsar los estudios sobre los endeudamientos de los hogares.
  • La consideración del alquiler imputado sigue obviando las consideraciones internacionales. No se toman en cuenta los gastos asociados al mantenimiento de los hogares. Y se obvia el contexto tan precario de las viviendas en RD en donde son frecuentes los desalojos y una casa “propia” en un lugar de riesgo probablemente contribuya a empobrecer más que a mejorar el bienestar.

Desde mi perspectiva y más allá de los ejercicios técnicos, esta actualización de la metodología de pobreza profundiza la descontextualización de la situación que viven los hogares e ignora que somos un país ubicado en el mismo trayecto de los huracanes.

Si seguimos haciendo más de lo mismo, no importa lo perfecto que llegue a ser el indicador, la pobreza seguirá ahí.

Publicado originalmente en Acento.

 

Amaneció y la pobreza seguía ahí

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